Un día más. Afortunadamente el sol cubre la ciudad. Un
buen desayuno, un baño y estoy lista para salir, para alejarme, para dedicarme
a mí. Mi destino… Cholula. Si, ese lugar del que muchos han oído y al que otros
tanto ya han visitado. Pero esta vez no voy por la diversión, en realidad voy
en busca de un espacio que me libre de la rutina. Salgo de la casa y comienzo a
caminar. A mí alrededor todos como siempre, caminan a prisa. Señoras gritando,
niños jugando, los camiones llenos, los automóviles pasan con prisa… yo solo
observo.
Sentada en el camión y junto a la ventana,
empieza el recorrido. Música en mis oídos para terminar de encerrarme en mí. Y
todo poco a poco va pasando frente a mis ojos, hace mucho no veía esas calles
ni esas casas, hace mucho no observaba lo que hay a mi alrededor. La gente sube
y baja, los vendedores pasan y pasan. Después de unas horas al fin estoy en
Cholula.
Comienzo a caminar y lo estoy logrando, mi
mente empieza a despejarse por completo, lo único que hay en ella es mi propia
imagen, no escucho nada ni a nadie aunque las calles están llenas de todo y de
todos. Y frente a mí, las pirámides. Imponentes, llenas de historia y
ofreciendo una recompensa visual simplemente insuperable.
Desde la explanada del Templo de la Virgen de
los Remedios, la naturaleza me regala bellísimos escenarios como el volcán
Popocatépetl, la montaña Iztaccíhuatl o los campos de siembra que se extienden
en los alrededores del poblado. El viento fresco acariciando mi rostro, los
sonidos en la distancia y los olores que viajan en el aire hacen de una simple
visita, toda una aventura.
Y al llegar a los túneles, me encuentro en la
taquilla con varios guías que me ofrecen acompañarme en el recorrido, pero no
lo acepto, prefiero hacerlo sola. Ya he estado ahí antes ya he visto todo
aquello que ponen a nuestro alcance. Pero un recorrido así, nunca lo había
hecho. Se siente tanta paz. A cada paso mi mente se va difuminando a blancos,
como una película. Ese lugar transporta, ayuda a imaginar, a crear a hacer
posible un mundo diferente donde solo existo yo sin pensamientos sin
sentimientos, solo sensaciones.
Al final del camino sé que valió la pena
todo. Ahora solo me siento a un lado de esas pirámides y espero que me
contagien de su grandeza. A veces quisiera ser ellas, contemplando cada
amanecer, atardecer y anochecer, disfrutando de la lluvia, del aire y siempre
mostrando su grandeza. Una voz fuerte me desconcentra y llama mi atención. El
tiempo pasó más rápido que de costumbre, el sol casi se esconde. Es hora de
regresar y en cada paso voy dejando una parte de la pequeña historia que viví
en tan solo unas horas. Y sí, claro que si… lo volvería a vivir.
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