domingo, 23 de octubre de 2011

Visitando la historia


Tres de la tarde. El cansancio se hace presente en mis piernas, pero por fin me encuentro frente al Carolino. Me detengo un momento, veo a mi alrededor, algunos caminan a prisa, otros no tienen noción del tiempo, parece que disfrutan su caminar, las parejas en las bancas se olvidan de que hay alguien más solo son ellos dos en ese espacio, en ese instante.
De repente el ambiente de tranquilidad se rompe cuando se escuchan unos gritos. Todos comienzan a voltear, también quieren saber lo que está pasando. Una pareja que, a diferencia de las demás en ese lugar, irradia coraje, ella al tiempo que avanza llora, mientras él la sigue y jala de su brazo con frecuencia intentando detenerla. Sorpresa, burla, indiferencia, eso es lo que la gente que pasa expresa con gestos y palabras que no pueden evitar salir de su boca.
Esa situación distrajo mi camino, mi entrada al edificio se prolongó. Realmente me quede asombrada y mis pensamientos no pudieron detenerse. Al momento que cerraba mis ojos unas imágenes llegaban, los abría y se desvanecían. Pero no, no podía permitirlo, eran recuerdos de aquellas peleas. Y no pude, me levanté y sacudí mi cabeza. Entonces, concentrada de nuevo en mi destino me dirigí a la entrada del Carolino.
El edificio es de dos niveles. Hay cinco ventanas encajonadas y con bellas rejas. A Mitad de la fachada hay una placa dedicada al Jesuita Juan Gómez. Una pesada cornisa separa los dos niveles, donde se encuentran siete balcones con ventanas enmarcadas con jambas y resguardadas por bellas forjas de hierro. En el remate central se localiza el Escudo Nacional, a la derecha el escudo de la Universidad e Puebla y a la izquierda el escudo del Colegio del Estado. Su escalera es monumental, formada de tres tramos en forma de "Y", labrada en cantera gris y barandal de hierro. El Carolino cuenta con cuatro patios. El primero es el más elegante. En el centro se halla una fuente de cantera de forma poligonal. Pasando el vestíbulo se encuentra el segundo patio. En él se encentra la estatua del fundador del Colegio de Espíritu Santo, Miguel de Covarrubias.
Disfrutaba tanto del recorrido que olvidé las fotografías. Y eso si que era raro, pero me di cuenta que todos pasamos frente a este edificio sin saber todo lo que guarda en cuanto a historia y riqueza cultural. Es por eso que esta vez preferí acercarme y preguntar. En realidad no hizo falta la cámara, mi mente hizo todo el trabajo, creó las imágenes perfectas que lograban regresarme en el tiempo a cada paso que daba.
Cuando todo ese viaje acabó, el sol se había ido, las lámparas alumbraban las calles y la gente ya casi no iba con prisa, ya eran pocos que caminaban con calma aprovechando que el frio no era tan fuerte.
Caminé hasta llegar al coche, un suspiro que indicaba mi satisfacción después de la visita y ahora solo pensaba en llegar a contárselo a mi papá, sabía que le gustaría escuchar mi experiencia y seguramente el fin de semana el acudiría al Carolino…




Por: Paulina Rivera

No hay comentarios:

Publicar un comentario