El
complejo cultural universitario fue inaugurado como un conjunto de espacios
arquitectónicos y plazuelas interactivas, respondiendo al compromiso que la
universidad pública nacional tiene para con la sociedad que la nutre y le da
vida.
Esta definición fue extraída del sitio
oficial del CCU y demuestra el objetivo
para el que fue fundado que no precisamente responde a la utilidad que le dan
los jóvenes universitarios.
Se realizan varias actividades durante
el mes y se tienen muchas otras agendadas para el transcurso del año, todas
ellas de interés variado destinadas para la formación de la visión cultural
poblana. Los costos de estas actividades son accesibles para el bolsillo de los
estudiantes y otras se ofrecen gratuitamente en el patio central del complejo,
pero a pesar de estas facilidades a los jóvenes universitarios parece no
importarles.
Un artista se presenta con su saxofón
a dar un concierto en medio del complejo, mientras el realiza su oficio con
mucho esfuerzo y dedicación tocando la tonada de bésame mucho, tiene a su
alrededor a tres posibles espectadores.
Los dos primeros son una pareja que
parece que esperan que llegue la mitad de la canción para que en ese preciso
momento abandonen el lugar, el otro espectador,
está más interesado en su “Black Berry” que de los dotes artísticos del
saxofonista quien no recibe aplausos y parece que se esconde entre sus notas
para seguir entonando la próxima canción de su programa.
El artista del saxofón sigue con su
música haciéndose compañía mientras la gente que camina a sus alrededores la
ocupa como pista de acompañamiento de su tan ocupada rutina.
Tal vez falle la difusión de las
actividades, tal vez la ubicación no ayuda, tal vez en Puebla no tenemos
formada esa visión cultural que pretende fomentar el CCU o tal vez y solo tal
vez el universitario tiene una complicada rutina que no lo deja sentarse a
apreciar un concierto de saxofón.
Por: Gladis Linarte
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