A una señora adinerada
por la facha, le da por preguntar por el material de los cuadros, por la
pintura con la que están realizados, por el tiempo de elaboración y todos estos
datos proporcionados gentilmente por el vendedor artista, sirven para que ella
le refute en la cara que su arte es muy
caro y que no vale la pena, que su tiempo de elaboración esta exagerado y que
no se lo llevara a su casa para adornar su tan elegante sala.
El vendedor
artista con cara nada extrañada se vuelve a sentar para volver a presenciar
otras diez veces en el día, la misma situación con otras diez personas más.
La misma escena se repite con los demás
artistas, y la gente camina como si por el hecho de estar ahí se hiciera más
culta, interesante y hasta refinada, el arte es para muy pocos y aunque este
barrio se encuentra en una zona popular del centro de puebla, a la gente que
camina por ahí se las da de exclusiva y apantallante haciendo juicios a la ligera de los cuadros y
las exposiciones.
El barrio del artista lugar tan admirado y
visitado por los turistas que se pasean con unos camotes en las manos y una
blusita de manta que les costó 3 o 4 dólares, se dirigen a admirar al señor que pinta un cuadro de la hermosa
catedral bajo la lluvia y solo le dejan la pregunta de rigor ¿el precio? Después de
eso se esfuman de puntitas haciendo como
si el puesto de dulces típicos llamara más la atención que el cuadro de la
hermosa catedral bajo la lluvia.
Dejando a los pobres (hablando de economía)
artistas de su lado, veo a las parejas de
enamorados a quienes les encanta
ir a pagar 50 pesos por ir a escuchar a
un tipo que medio canta las canciones de trovadores, y que se pone algo
pesimista con el público, cuando el otro
cantante de turno ya esta conectando sus bocinas, como diciéndole que se quite
porque ya le toca a él ganarse los
siguientes 10 pesitos por cada pareja que entre, los otros 40, se los queda el jefe
del establecimiento por el hecho de estar ocupando sus instalaciones, también
los músicos son pobres.
Pero
realmente en este lugar se respira el aroma del arte, de personas que día a día
se aprietan los bolsillos pero se aflojan el corazón dejando fluir su talento natural que
los libera, en cada pincelada y tonada
de su guitarra.
Por: Gladis Linarte
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